La OSCE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, califica los delitos de odio como cualquier infracción penal, incluyendo infracciones contra las personas o las propiedades, donde la víctima, el local o el objetivo de la infracción se elija por su, real o percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo determinado. Este grupo debe estar basado en una característica común de sus miembros, como su raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar.
Los delitos penales son especialmente crueles porque están basados en características concretas de la víctima, es decir, atentan contra los derechos de las personas al discriminarlas por ser de la forma que son.
Los delitos de odio más comunes son los que tienen que ver con el racismo, la ideología, y la orientación sexual o identidad de género. Pero estos no son los únicos, también es relevante el antisemitismo, la aporofobia, la discriminación a las personas con discapacidad o los que relacionados con las creencias y prácticas religiosas.
Según estadísticas del Ministerio del Interior, en 2021, los delitos de odio repuntaron hasta alcanzar cifras superiores a las de antes de la pandemia, y solo en el primer semestre de 2021 la policía recibió 610 denuncias, casi un 10Ͽás que en el último año pre COVID, el 2019.
Perseguir y tratar de erradicar los delitos de odio es imprescindible para nuestra sociedad, por eso si eres víctima de alguno de estos delitos, es clave que cuentes con la ayuda de un profesional en la materia para hacer valer tus derechos.
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